Entrevista
P: ¿Cuáles son las características de tus obras?
R: Trabajo mucho con la desestructuración y la descontextualización; sigo la corriente del nuevo gótico especulativo, donde los elementos del gótico, tanto tradicional como psicológico, se van descontextualizando progresivamente de la narración original y se trasladan a otra nueva. Un castillo con fantasmas, por ejemplo, se introduce en un tejido urbano y moderno; una antigua maldición, en personas de hoy o en una aldea actual. Estos elementos, fundamentales y vertebradores para el gótico tradicional, se vuelven funcionales a la narración en el nuevo gótico. Siguen estando todos, pero ya no sirven para crear terror.
P: ¿De dónde nace?
R: En el gótico especulativo nace de la conciencia de no tener una conciencia autónoma, sino de ser solo fragmentos de otras; de no lograr descubrir la propia identidad. Mis protagonistas encarnan este arduo problema de la existencia humana y se mueven en el terreno insidioso entre el existencialismo de Sartre y el concepto de Übermensch (superhombre) de Nietzsche.
P: ¿Hasta qué punto te han influido las teorías de la conciencia “hard” y la de los zombis filosóficos de Chalmers?
R: Muchísimo. Mis trabajos intentan ser la traducción narrativa de la figura del zombi filosófico de Chalmers, todo ello en clave femenina. Si somos capaces de imaginar un ser físicamente idéntico a una persona pero carente de conciencia, la existencia de la conciencia no puede explicarse con la ciencia que hoy conocemos: hay que remitirse a principios fundamentales que, aun siguiendo leyes físicas, se adentran en el terreno metafísico.
P: En tus textos escenificas una dinámica de dominio y sometimiento que, a una mirada superficial, parece solo erótica y física.
R: Sí, pero en realidad, a un nivel más profundo, los roles son inestables y dialécticos: mis narradoras, aparentemente víctimas, son en realidad el eje emocional de las otras o de los otros, el centro en torno al cual orbitan.
P: Esto abre varias claves de lectura filosóficas. ¿Cuáles nos propones?
R: Como Foucault, pienso que el poder nunca es unilateral, sino que circula en las relaciones: se ejerce y se padece al mismo tiempo. Las antagonistas tienen el poder físico y ritual, pero su deseo las vuelve dependientes de la narradora. Ella se convierte en el objeto que da sentido a sus acciones; sin ella, su dominio se vendría abajo. Es una forma de poder “paradójico”: quien parece padecer en realidad controla, porque es el polo en torno al cual se estructura el deseo ajeno.
P: ¿Un vuelco narrativo?
R: Antes hablé del nuevo gótico especulativo: el poder de la narración ofrece esta posibilidad. La narradora encarna una forma de Umwertung, una inversión de los valores: su “debilidad” se vuelve fuerza. Al sufrir, al ceder, mantiene intacta su interioridad, mientras que las antagonistas, que actúan como dominadoras, revelan una necesidad desesperada de ella. Es un caso de voluntad de poder no expresada mediante la agresión, sino mediante la enigmática capacidad de suscitar emociones profundas, incluso desconcierto, en quien “manda”.
P: ¿Cuánto influye el existencialismo en esto? Tus textos aluden varias veces a la idea de que la vida, si no se vive aceptando sus contradicciones, se vuelve “infierno”.
R: Las antagonistas parecen alienadas, necesitadas de rituales extremos para sentirse vivas; la narradora, en cambio, acepta su exposición, su dolor, y eso la vuelve auténtica. Quien parece tener poder físico está en realidad atrapado en el miedo a perder el objeto del deseo.
P: En tus escritos vemos la dialéctica ama-sierva. ¿Qué papel tiene Hegel aquí?
R: En la dialéctica hegeliana, el amo depende del siervo para el reconocimiento. Aquí se reproduce la misma dinámica: las antagonistas, amas en apariencia, necesitan a la narradora para sentirse existentes. Su resistencia interior, el hecho de que “ninguna de sus fortalezas interiores ha caído”, la convierte en realidad en dueña del juego psicológico.
P: Entonces, ¿tus textos no hablan solo de erotismo extremo?
R: Cada quien es libre de interpretar a su modo mis textos; no me ofende que me llamen escritora erótica ni afirmar que frecuento el erotismo lésbico. Pero quien no ve la ironía de mis escritos no comprende del todo mi escritura. Las preguntas que plantean mis libros atañen a la existencia humana, a la búsqueda de la propia identidad fragmentada en las relaciones de poder. Las respuestas no son lineales; quizá el verdadero poder esté en la autenticidad interior, no en la fuerza exterior.